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domingo, diciembre 7, 2025

Opinión | La indolencia

Epicuro (341-270 a. C) filósofo griego, expuso: “Una ciudad en sedición no puede ser feliz, ni tampoco una casa cuyos dueños lidian entre afanes y soluciones contrarias, no podrán llegar a ninguna tranquilidad y quietud”. Por su parte, Benjamín Franklin (1706-1790) científico, político norteamericano, dijo “La pereza viaja tan despacio que la probreza no tarda en alcanzarla”.

Victor Hugo (1802-1885) poeta, novelista y político francés, sentenció “El egoismo social es un comienzo de sepulcro”; y, por su parte, Jaimes Balmes (1810-1848), sacerdote y filósofo español, declara: “Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda”. Con estas máximas como introito y a vuelo  de pájaro abordaré un comportamiento individual y colectivo: ¡LA INDOLENCIA!, del latín “indolentia”, insensibilidad, de ahí también indolente, “indölens”, que no sufre, que no se conmueve.

Ambos se refieren a la falta de ánimo, disposición o energía para actuar; tiene como sinónimos a la flojera, negligencia, desidia, abandono y más. Los indolentes observan como el deterioro va carcomiendo los espacios públicos o privados y no actúan; amparándose a veces en una cómoda expresión de “eso es loque hay”. Ellos, solo buscan su “tranquilidad”, se limitan hacer lo “mínimo”, se conforman con una rutina que los lleva al aburrimiento y frustración, lo que encausa conductas de agresión, irritabilidad e irascibilidad.

Los mismos son egocéntricos, crometofóbicos (miedo irracional de hacer un gasto), mezquinos, e incluso se retraen al momento de dar o demostrar afecto o cariño. Son egoistas, soberbios, sarcásticos, déspotas, controladores, manipuladores y volubles. Hacen un “favor” para presentarse como un ente generoso y luego te lo  echan en cara, te vituperan, buscando causar humillación o vergüenza a la persona “beneficiada”.

La indolencia favorece al sídrome de ACUMULADOR COMPULSIVO, pues la persona no tiene la motivación ni pujanza para afrontarlo. Así, comienza a guardar, amontonar todo tipo de cosas, incluso hasta la basura de otros, pues cree usarlas en algún momento; con ello, establecen ambientes de hacinamientos en los  espacios vitales internos de casas, oficinas. Cuando el ámbito endógeno se hace insuficiente, invaden patios, garajes, jardines, vehículos. Todo ese almacenamiento caótico origina un gran desorden (físico, emocional, mental, social).

Este proceder no es solo con objetos inertes, sino que se extrapola a los animales, llegando a recogerlos o aceptarlos de otro sitio y a veces, no le dan los cuidados necesarios, hallándose, por tanto, la salud de los mismos como de las personas del entorno en riesgos por estado de insalubridad.

Las conductas acumulativas e indolentes buscan encubrir debilidades, tristezas, miedos, difrazándolos de rabia e ira, cuyos génesis pueden ser: antecedentes familiares, muerte de un ser querido, divorcio, celopatía, depresión, engaño, desempleo, estreche ecomómica e injusticias. Dichos síntomas (indolencia-acaparamiento) no solo son domésticos, sino que se difunden a otras esferas sociales de nuestra geografía e instituciones  formales, donde se nutren y alientan con estrindente retóricas religiosas, idiológicas, partidistas y ambientalistas; convirtiéndonos en extraños que obviamos la alegría y júbilo del éxito de otros coterraneos.

Roelsi Gudiño
Roelsi Gudiño
Periodista, Productora Audiovisual, Fotográfa, Marketing Digital, Creador Digital
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