La acción fue ordenada por el inspector Echeverría, adscrito a la delegación de El Llanito, según familiares. No hubo respuesta en ese cuerpo policial
El estruendo de una mandarria contra la puerta de hierro despertó ayer a la familia Ávila Cañizales, residentes de la casa número 45, ubicada en el callejón La Isla, en la calle Bolívar de La Dolorita, en Petare.
20 funcionarios adscritos al Cicpc, subdelegación El Llanito, irrumpieron en el anexo de la vivienda para sacar a la fuerza a Darren Brando Ávila Cañizales, a quien despertaron con una patada en las piernas.
El charco de sangre en el suelo quedó como evidencia del asesinato durante un allanamiento sin orden, perpetrado el martes a las 6:30 am.
La víctima
A Ávila Cañizales, de 20 años de edad, no le dio chance de tomarse el café que le preparaba su madre Carmen Amelia todas las mañanas antes de irse al colegio Germán Ubaldo Lira, donde debía cumplir ocho horas semanales de labor social, durante seis meses, según medida impuesta por los tribunales.
Darren estuvo recluido 14 meses en los calabozos del Cicpc de El Llanito.
Los familiares señalaron que fue cómplice de un homicidio, pero fue dejado en libertad el miércoles 20 de septiembre al determinarse su inocencia.
A los pocos días se inscribió en el liceo Julio Garmendia para culminar el cuarto de bachillerato, bajo la modalidad de parasistema. Jugaba fútbol y era patrocinado por José Infante, una persona que se encarga de rescatar a muchachos del barrio.
“Darren me pidió que le comprara un material para una exposición”, dijo la madre, sentada en el colchón de su cama matrimonial, a la que le quitaron la sábana para envolver el cadáver de su hijo y trasladarlo a la Clínica Popular La Dolorita.
Los hechos
Dos disparos se escucharon del interior del anexo. “El grito me salió de las entrañas. Me mataron a mi hijo, lo arrodillaron y lo asesinaron. Dos tiros: uno en el pecho y otro en el estómago”, expresó la madre, que informó que el operativo estuvo a cargo de un inspector de apellido Echeverría, conocido por residentes del sector.
La toma policial se extendió por cuatro horas, tiempo suficiente para que los funcionarios se tomaran el café de la casa y mostraran las tazas a otros colegas desde la platabanda donde compartían chistes de rutina.
“Eso fue algo personal”, dijo Miguel Ramón Ávila, padre de la víctima, sentado en su silla de ruedas.
Relató que los policías ingresaron a la habitación, le quitaron la sábana y al notar que le faltaba una pierna lo arrastraron para lanzarlo por las escaleras. “Les dije: yo tengo muletas, ¿qué les pasa? Si mi hijo está metido en algo ¿por qué no se lo llevan?”, cuestionó Ávila.
Seguidamente la madre acotó: “Esos policías que mataron a mi hijo eran los mismos que me recibían a diario cada vez que le llevaba comida a los calabozos y me chantajeaban con la salud de mi hijo si no les pagaba”.
Finalmente, los parientes indicaron que Darren Brando padecía de hepatitis, presuntamente adquirida mientras estuvo detenido. Una noche antes del suceso había tenido una crisis de asma.
Vía: El Nacional