La Compañía de Jesús y Jesuïtes Educació anunciaron en un comunicado que han decidido «emprender una investigación más sistemática de los posibles casos de abusos sobre menores y conductas impropias que en el pasado, remontándonos a los años sesenta, hayan podido suceder en los centros educativos». La decisión ha sido tomada a raíz de las informaciones publicadas en EL PAÍS que afectan a su orden: «La búsqueda de información sobre algún caso ya conocido nos muestra que necesitamos sistematizar la información que pueda haber».
Este periódico informó el lunes del caso de Luis Tó González, profesor del colegio Sant Ignasi de Barcelona y condenado a dos años de cárcel en 1992 por abusar de una niña. El religioso no cumplió la pena por no tener antecedentes. Tras la sentencia, fue enviado a Bolivia, donde falleció en 2017. Los jesuitas, una de las pocas órdenes que ha respondido a este diario con autocrítica ante las noticias de abusos, admitieron que fue un error no abrir un proceso canónico a Luis Tó González y que entonces «no se valoró bien la gravedad de los hechos». «Revisando este caso, ante las preguntas planteadas, somos conscientes de que la actuación ante casos de abusos no ha estado a la altura», reconocieron.
Sin embargo, la investigación sobre Luis Tó ha hecho aflorar lo que quedó oculto en el pasado. Tras la publicación de la noticia, este periódico ha recibido denuncias de otras presuntas víctimas en ese colegio y ha contactado con la orden, que ha decidido finalmente investigar a fondo el asunto. «Somos conscientes de que aún hay una asignatura pendiente en la investigación del pasado (…) Nos preocupa la necesidad de asegurar una memoria fiel y honesta del pasado y de responder a posibles víctimas (…). Informaremos de los resultados de esta investigación siempre respetando la voluntad de las víctimas y el derecho a la presunción de inocencia de las personas».
El colegio Sant Ignasi, donde Tó era profesor, salió en su defensa en 1992, cuando fue condenado. «La dirección y la asociación de padres apoyaron sin fisuras al sacerdote agresor y exigieron guardar silencio sobre el caso», escribe Pepe Rodríguez, coordinador de la facultad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su libro Pederastia en la Iglesia católica, publicado en 2002. Relata que cuando el cura se fue a Bolivia tras la condena, se le despidió con un homenaje y todavía era descrito de forma elogiosa tres años más tarde en un libro conmemorativo del centro. Rodríguez asegura que el sacerdote había sido objeto ya de varias acusaciones en el colegio durante las dos décadas anteriores, que fueron desoídas.
Los jesuitas catalanes admiten que «en ocasiones la gestión de estos casos ha podido ser deficiente, o las medidas tomadas han podido ser incompletas». «Pedimos perdón, en primer lugar, a las víctimas, y a sus familias, lamentamos no haber estado siempre a la altura de la confianza depositada», declaran. El comunicado, que pone a disposición de las víctimas un correo electrónico para presentar denuncias (escoltar@fje.edu), concluye insistiendo en la voluntad de la orden «de dar luz a los casos que requieran aún clarificación».
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