En nuestra Venezuela actual de economía fluctuante, donde los sueldos se hacen precarios y a primeras luces pareciera no tener sentido cualquier esfuerzo por sostenernos en ésta, nuestra “zona de confort”, como dicen los expertos refiriéndose al lugar donde nos sentimos menos vulnerables y donde tenemos la capacidad de resolver las situaciones inherentes a lo cotidiano; nos enfrentamos a la realidad de millones de compatriotas que decidieron salir de nuestras fronteras en busca de oportunidades y de una vida quizás “menos complicada”.
En ese contexto, cabe la pregunta, ¿quién vive mejor? Quien dejó atrás lo que conocía (incluyendo su círculo de seres humanos alrededor, llámese amigos y familiares) y su vida diaria, o quien decide frente al peor pronóstico continuar en su ciudad, en su país, intentando lidiar con eventualidades tan difíciles como la carencia de servicios básicos.
“Sí, nos falta electricidad y otras veces el agua, pero asumamos que la cantidad que pagamos por los servicios básicos es irrisorio con respecto a lo que pagan los ciudadanos de otros países” comenta Aurora Ruiz, docente en Ciudad Bolívar, “me quedo en Venezuela porque la crisis es eventual y nosotros también hemos contribuido a que se intensifique, si nos obligaran a pagar por agua y luz tendríamos mejores servicios, pero no hay quien obligue ni ciudadano que se sienta comprometido a pagar”.
Jorge Rojas asegura que la decisión de quedarse es aún más valiente que la de irse, “estar aquí es hacer frente a los problemas colaborándonos unos con otros, prefiero quedarme y acompañar a mi familia porque si llega a pasar algo y no estoy, me sentiría peor”. Rojas afirma que quien se va, cambia su realidad pero no la del país, “es mejor quedarse y hacer frente a la situación que intentar empezar de cero en un país donde siempre serás inmigrante”.
Roberto Farías estuvo fuera de Venezuela una temporada, había decidido “capitalizarse” ahorrando en la moneda del país que lo recibió “me fui con la expectativa de quedarme, pero me resultó mejor ahorrar y venir a invertir ese pequeño capital en mi ciudad”, otra visión de un sector de los venezolanos que decidieron quedarse “para no perder lo que se tiene” pero buscar, por temporadas, el sustento que les permita hacer frente a la inflación.
Lo trascendental de la decisión entre quedarse o irse del país es entender que ambas circunstancias son igual de difíciles, que conllevan bajones emocionales importantes, Giovanni Zapata comenta en su página web “aunque tus circunstancias externas cambien y estés en un país donde hay estabilidad económica y abastecimiento, requerimientos mínimos para mantener los nervios equilibrados, esto no garantiza que te sentirás pleno o feliz”.
Psicólogos señalan como muy importante en cualquiera de la decisión que se tome, desarrollar estrategias para hacer el día a día más agradable, rescatar pasatiempos o hobbies que nos conecten con energía positiva, intentar llevar relaciones humanas entendiendo las circunstancias del otro, dejar de comparar lo que fue tu vida antes con lo que vives actualmente “porque nada es igual, ni nosotros mismos, y que este periodo no sea tan bueno, no quiere decir que los anteriores fueron los mejores en tu vida; estamos en cambio constante y permanente”.
Quienes se fueron y quienes se quedaron en Venezuela tendrán la experiencia necesaria y acumularán vivencias que nos permitirán ser, sin duda, una sociedad mejor; todos los países enfrentan crisis, todos han superado catástrofes económicas, políticas y sociales; lo importante es reconstruirnos desde nosotros mismos, desde nuestro bienestar y construir un mejor país para las generaciones que vienen, las que nos duele, nuestra descendencia. @marilynluis1