El uso indiscriminado de antibióticos ha llevado a que las bacterias se vuelvan más resistentes y que los fármacos no logren combatir infecciones serias. Si este fenómeno continúa, en un futuro cercano podría cobrarse más vidas que el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
Te sientes mal: tienes dolor de garganta y estás resfriado. Vas a la farmacia y te compras un antibiótico, pensando que eso solucionará el problema. Craso error: estás alimentando un fenómeno que amenaza seriamente a la salud pública, la resistencia bacteriana. Según el médico español Miguel Cisneros, se trata de una «guerra biológica» que la humanidad está perdiendo.
«Estamos ante una guerra biológica en la que hemos recibido una lección de humildad de las bacterias, que han ganado esta primera batalla. Han derrotado al poderoso arsenal de antibióticos del que disponíamos», dijo a Sputnik el integrante de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.
La importancia de los fármacos que matan bacterias es fundamental para la medicina moderna, que sin estas sustancias «no es posible», de acuerdo con el especialista español. Sin antibióticos no sería posible tratar a los pacientes de cáncer con quimioterapia, porque ese tratamiento les hace bajar las defensas y los vuelve blanco de infecciones oportunistas. Lo mismo sucede con los trasplantados. «Y así un largo etcétera», se lamentó Cisneros.
De hecho, algunos expertos hablan de una «era postantibiótica». De acuerdo con Francisco Nacinovich, jefe de infectología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires es «una situación muy preocupante y dramática para toda la región y el mundo». Implica de cierta manera retrotraerse a una época en la que no existían medicamentos para combatir infecciones bacterianas, que provocaban numerosas muertes.
«Es como volver al escenario en el que estaba Alexander Fleming cuando descubrió la penicilina. Parece muy apocalíptica esta frase, pero es una realidad», aseveró el infectólogo argentino.
Las bacterias desarrollan naturalmente «mecanismos de mucha astucia» para no sucumbir ante el contacto con sustancias que los aniquilan. Utilizar antibióticos sin respetar las pautas indicadas por un profesional —como dosis o frecuencias de uso— o sin control alguno únicamente alimenta esta capacidad.
«Las bacterias son muy hábiles en ese sentido. Lo que hacen es evitar un antibiótico para el cual se hacen resistentes, de manera que el efecto buscado con esa droga no se alcanza. La bacteria puede seguir viviendo y multiplicarse aún en ese medio donde está el fármaco, entonces las herramientas que tenemos para tratar esas infecciones se van limitando cada vez más», detalló Nacinovich.
El problema es aún mayor debido a los antibióticos veterinarios. En la ganadería y la piscicultura se utilizan sin ninguna indicación, para favorecer el crecimiento de los animales. Esto empeora el problema de manera considerable. Luego, en los supermercados, los productos provenientes de los animales expuestos a esas sustancias entran en contacto con los humanos.
«La mayoría —entre un 60 y 80 %— de los antimicrobianos que se producen en el mundo se utilizan principalmente para la salud de los animales de consumo. El resto se usa para salud humana. Por eso es que la OMS ha propuesto ya desde hace unos años el lema ‘Una Salud’ para enfocar el problema de la resistencia», resaltó el infectólogo argentino.
En la misma línea se expresó Cisneros, quien subrayó que «los antibióticos no entienden de especies». Además, la interacción entre las bacterias presentes en los hospitales —donde la resistencia plantea un desafío considerable— y la comunidad también vuelve al asunto más difícil de abordar.
Así, infecciones urinarias, neumonías, faringitis bacterianas y enfermedades de transmisión sexual como la gonorrea se van volviendo de a poco más complicadas de combatir con fármacos efectivos.
Cisneros puso como ejemplo las infecciones por la bacteria Klebsiella pneumoniae, que provoca infecciones en el tracto urinario, en los pulmones y en la sangre. Según el español un estudio reciente demuestra que cuando esta bacteria es resistente a los carbapenem, «un grupo de antibióticos muy potentes», los pacientes «tienen cuatro veces más riesgo de morir» en comparación con aquellas infecciones provocadas por gérmenes sensibles a la sustancia.
«Los pacientes con Klebsiella pneumoniae tienen mortalidad semejante a la que tenían los pacientes antes de que hubiera antibióticos, un 70%. Dos de cada tres mueren. Esto es volver al principio del siglo XX y esto está sucediendo en hospitales de todo el mundo», remató.
Si esta situación no se revierte, en el año 2050 «morirán 10 millones de personas cada año por infecciones resistentes y será la primera causa de muerte por enfermedad, por encima del cáncer», como lo demuestra un informe publicado en 2016 por el Reino Unido citado por Cisneros.
Afortunadamente, no todo el panorama es oscuro: la resistencia a los antibióticos se puede mitigar, aunque no es una tarea simple. En países como Francia, Alemania, Reino Unido o España se han implementado estrategias para combatir el fenómeno.
«A más presión antibiótica más resistencia bacteriana. Si reducimos la presión antibiótica, las bacterias reducen la resistencia y vuelven a ser sensibles. Esto es muy esperanzador», dijo el médico español.
Por un lado, las instituciones sanitarias deben generar conciencia en el personal y los agentes involucrados en la prescripción. No obstante, una pata fundamental son los ciudadanos, que necesitan estar informados, a criterio de los entrevistados.
Vía: panamaon